¿Es cierto que somos un millón de hablantes?
Según los últimos datos que tenemos en todo Euskal Herria somos unas 922.000 personas las que somos capaces de hablar en euskera. Y a este dato hay que sumarle el número de euskaldunes de la diáspora. Podemos afirmar que en este momento los euskaldunes en el mundo somos alrededor de un millón.
Pues no lo parece…
No lo parece porque llevamos siglos oyendo que somos una lengua pequeña. Porque el español y el francés son dos de las lenguas más habladas del mundo. Porque el uso social del euskera es menor que su conocimiento y porque una gran parte de estos euskaldunes son personas que han aprendido el euskera en la escuela o en los euskaltegis, pero viven en familias y entornos donde el uso del euskera es muy reducido o totalmente ausente. En los últimos años hemos mejorado el nivel de conocimiento y en los siguientes tenemos que mejorar el nivel de uso.
Da la sensación de que se han invertido los términos, y de ser una cultura básicamente oral –hasta hace unos 30 años- hemos pasado a ser una cultura básicamente escrita, mediante la educación e incluso mediante internet. O por lo menos da la sensación de que hablamos menos de lo deseable y sin embargo escribimos tanto como se pudiera desear, incluidas las nuevas formas de expresión escrita (whatsapp, twitter, etc.)
Las características de los euskaldunes han cambiado drásticamente en una sola generación. Hace 50 años la mayoría de los euskaldunes eran euskaldunzaharras, analfabetos, hablaban euskalkis y vivían en entornos muy euskaldunes e incluso rurales. Hoy en día la mayoría de los euskaldunes jóvenes son euskaldunberris, alfabetizados, viven en entornos urbanos y zonas mayormente castellanoparlantes, y muchos sólo conocen el batua. Es normal que el peso del uso oral haya descendido porcentualmente, pero todos los datos que tenemos nos dicen que en general los jóvenes utilizan más euskera que hace 50 años, aunque el euskera que hablan es más híbrido. Pero creo que éste es un fenómeno que también afecta a otras lenguas.
Es decir, ¿hay pérdida de nervio en lo hablado, en lo coloquial, en lo informal…?
Hay una cierta pérdida, que tiene que ver sobre todo con dos aspectos. Por una parte, la omnipresencia del castellano, el francés o el inglés en medios de comunicación, música, publicidad, etc., que hace que las nuevas referencias idiomáticas y culturales provengan de otros idiomas. Y segundo, por el hecho de que la mayoría de los nuevos hablantes del euskera viven en entornos muy castellanizados. Pero esta pérdida se puede subsanar si se implementan dinámicas de uso social. Y de todas formas hay que decir que hoy en día en la mayoría de los municipios y barrios de Euskal Herria se habla más y mejor euskera que hace 30 o 40 años. Por ejemplo, en Tolosa, donde yo mismo nunca hablaba en euskera en la calle, cuando era joven. Esa pérdida, por lo tanto, hay que contextualizarla y relativizarla.
¿Estamos en un momento clave, de ascensión o caída, o no necesariamente?
Creo que estamos en un momento clave porque es en esta década cuando la generación joven de hablantes que ha estudiado mayoritariamente en euskera se está incorporando masivamente al mundo laboral y está formando familias. Si esta generación que, mejor o peor, es capaz de comunicarse en euskera, adopta el euskera como lengua familiar y laboral, el euskera habrá dado un paso de gigante hacia su normalización. En cambio, si esta generación relega el euskera a ámbitos de usos simbólicos o marginales, habremos perdido una oportunidad histórica.
En cualquier caso, ¿cómo se le puede dar la vuelta a lo antes expuesto?
Por supuesto. Se puede y se debe. La mayoría de la sociedad está en una posición favorable al euskera y a su fomento. Es el momento de romper inercias, y de ilusionar y motivar a la sociedad. No podemos olvidar que el caso del euskera es uno de los más avanzados a nivel mundial y que son muchas las comunidades lingüísticas y los países que siguen con muchísimo interés nuestro caso. A todos ellos les debemos también el crear un modelo de normalización lingüística que conjugue la revitalización lingüística de la lengua minorizada con el respeto a la diversidad lingüística. Esta es una de las grandes aportaciones que desde el País Vasco podemos hacer al mundo.
¿Ves necesario algún tipo de pacto social?
Sí. Creo que es posible e imprescindible un acuerdo de mínimos que garantice sacar el euskera del terreno de la confrontación política y pasarlo al de la colaboración y la crítica constructiva, de manera que sea posible aglutinar a las diversas sensibilidades sociales y políticas de este país en torno a un objetivo común. Es una cuestión de justicia social, de respeto a los derechos lingüísticos, de convivencia ciudadana y una gran oportunidad de generar una dinámica social aglutinadora, cohesionadora e ilusionante. Y estoy convencido de que es esto lo que demanda la sociedad vasca y no enfrentamientos y utilizaciones partidistas y electoralistas del tema del euskera.
¿Crees que el euskera puede ir a más, hasta alcanzar una situación de pleno uso en la sociedad vasca, de manera integradora, o inevitablemente estaríamos abocados a un choque de intereses entre sectores a favor y otros reacios?
Puede ir a más. Se necesitará tiempo pero el euskera puede llegar a ser la lengua de uso general en muchos ámbitos geográficos y sociales de Euskal Herria y se puede convertir en la lengua común y de acogida de las nuevas generaciones. Eso está en manos de la generación que en este momento tiene en sus manos las riendas del poder político, económico y social. Y si la gran mayoría de la sociedad está a favor de la revitalización del euskera, el hecho de que haya una minoría en contra no puede ser un obstáculo para avanzar en este sentido. Y de todas formas, creo que es importante hacer una gran labor pedagógica y de información respecto a ese sector reticente o contrario de la población.
¿Crees que las instituciones, allá donde su mano es perceptible, favorecen el uso progresivo del euskera o ralentizan tal proceso por miedo, entre otras razones, al hipotético conflicto de intereses antes mencionado?
En las instituciones también hay de todo. Hay instituciones implicadas en la normalización lingüística, otras que hace muy poco que han tomado en serio el tema y otras que todavía ralentizan o obstaculizan este proceso. Es hora de superar estas inercias y de activar positivamente al conjunto de las instituciones de todo Euskal Herria. Creo que es un momento histórico que no podemos desaprovechar. Hoy en día ya no es de recibo inhibirse como instituciones ni en este tema ni en otros. Es una cuestión de responsabilidad política. El tema del euskera es responsabilidad de todas las instituciones, y creo que en los próximos años se deben dar pasos de gigante con respecto al uso del euskera a nivel institucional, en su fomento social y en la defensa de los derechos lingüísticos. No podemos olvidar que la generación con menor nivel de conocimiento es la que se va a ir jubilando en la siguiente década y que las personas que se van a ir integrando en las instituciones, tanto a nivel técnico-administrativo como político, van a ser euskaldunes en una inmensa mayoría.
¿Cómo haces para nunca perder el buen humor cuando hablas de los problemas y las carencias del euskera?
Para mí el euskera es una fuente constante de alegrías, ilusiones, satisfacciones y vivencias positivas. Vivo en euskera, desarrollo mis labores profesionales en esta lengua y participo de la vida social y cultural de este país principalmente en euskera. Desde este punto de vista las carencias y problemas que tiene el euskera son obstáculos a superar y retos que conseguir. Y en ello estamos con toda la ilusión y ganas del mundo.